El empleo del aceite como producto alimentario es el mayoritario y el más destacable por su trascendencia económica. La gastronomía de los países ribereños del Mediterráneo, de gran variedad y riqueza, está llena de preparados entre cuyos ingredientes figura el aceite de oliva. Sin embargo, no hay que olvidar que el aceite tiene otras muchas utilidades, buena parte de ellas conocidas desde los tiempos más remotos.

Un ejemplo de ello es su empleo como combustible, tradición que se ha mantenido viva desde época primitiva hasta fechas recientes, sobre todo en el alumbrado.  La utilización del aceite para la elaboración de perfumes también se documenta desde el cuarto milenio (a. C.) en Mesopotamia. Los usos terapéuticos también han sido muy comunes: bálsamos calmantes para la piel irritada, unturas para partes del cuerpo doloridas, pomadas antisépticas y antiinflamatorias, aplicaciones para curar heridas y quemaduras, remedios laxantes, etc.

De época muy lejana proviene el empleo del aceite en la industria textil, para cardar la lana, enrollar el hilo y convertirlo finalmente en tejido.En el ámbito doméstico ha habido siempre aplicaciones del aceite como abrillantador de suelos y muebles y como engrasador de toda clase de herrajes, goznes, herramientas y maquinaria.